- Cuando tu edad sea tan grata de brindarte
sabiduría y quitarte la impaciencia y el mal hacer, empezaremos a negociar.
– Le dijo el director al pretendiente.- No
creas que el uso de diapositivas te abrirá puertas en un futuro. Tan solo has
de saber comunicar y manejar con suficiente soltura y gratuidad el tema del que
vas a hablar.
Sí, he dicho bien: gratuidad.
Aquellos alumnos a los que estés enseñando no
se merecen que te calles nada, que les hagas pagar por tus conocimientos, pues
todo lo tuyo ha de ser de ellos, si recelos ni discusiones, ni derechos de
admisión ni de autor.
Aquí no has venido a hacer amigos, si no a
curar cerebros, a sanarlos, a descontaminar todo el área atestada de residuos
mediante tu creatividad, originalidad y personalidad. ¡Olvida que tienes un
libro delante! ¡Olvida que hay muchos detrás! Haz el amor con el contenido y
haz disfrutar al auditorio, como si fueran los alumnos quienes estuvieran
impartiendo esa clase.
Como si cada clase fuera la clase de tus
sueños. La clase de sus sueños.
Si sabes hacer todo eso, cierra la puerta por
fuera y comienza a demostrarlo.- Dijo el director mientras giró su silla 180 grados y así dejar de
verle.
- Vaya, veo que sigues aquí – Dijo de nuevo al volver a su posición
original y descubrir al maestro aún presente.- Entonces no desistas. La práctica te dará la soltura.
Sigue luchando. Recuerda que no estás sólo en esa clase.
Recuerda que un día fuiste tú el que estaba al otro lado del cristal.
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